viernes, 27 de marzo de 2009

Un pañuelo atorado en los brazos arramados,
Pantanosos campaneos que sucumben en el alma;
De dolores, de fragancias las gaviotas sobre el mar
Que descienden y florecen en la piel de la manzana.
Prohibidísima la fruta que promete el placer
Y se encarna y se moja de esbeltez la fuente.
Después de los huecos que dejamos en su cama
Se trasladan por las venas el deseo de volver.
No se vencen y sulfuran las pupilas que crecientes
Por la blanca e indecente recta en el papel,
Se demuestran rebeldes e inmediatas sabiendo
Que entre llamas, todas ellas, van a arder.
Valerosa la boca que besó la espada
Y el rojo ensangrentado y más doliente encaja,
Padeciente y urticario en su fruto se retracta.

1 comentario:

juanxon dijo...

valerosa la boca que besa la espada
me gusto
tengo un buen sin escribir y loq ue escribo es basura
pero aca andamos
cuidate un abrazo bai