Yo que juraba no hacerme agua
En las manos de ningún hombre,
Que me daba la vida difícil
Y me encerraba en las palabras que
De la cabeza escupía al papel;
Yo que soñaba y lloraba
Y reía ocultando las muecas atrás de la pared.
Yo que creía que era fuerte
Y que daba consejos de amor.
Yo, que me cobijé en la soledad todas esas veces,
En su manta donde tantas veces lloré.
Yo que creía que sabía a dónde iba
Y prometía abatirlo con fervor.
Que cantaba, que dolía
Y me ahogaba en los perfumes del alcohol.
Después de un cuerpo dentro del mío
Surgía vencedora con mi libertad.
El frío carbón que derrama entre las piernas
Nunca fue nada; lo que siempre me pareció.
¡Yo que pregonaba por abolir al corazón!
Yo que me engranaba de pasión,
He caído lentamente entre tus brazos
Y mi cadera contra tu pecho se abrazó.
Yo, queriendo ser de nuevo pasto fresco
Embonando las raíces de una flor,
Te quiero, cansada y engreída
Que lo que yo era se lo está llevando tu calor.
Una luciérnaga apagada
Hace 5 años
1 comentario:
no tengo mucho qu edecir
me gustan tus escritos y sigo leyendolos
nos estamos reportando
cuidate un abrazo
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