lunes, 1 de septiembre de 2008

De la genética (Biología y ética. Segunda parte)

Sigamos el ejemplo de la biología: el universo es una sucesión de complejidades que está constantemente en evolución. El cuerpo del hombre funciona exactamente igual que el de una máquina, tiene sin embargo una complejidad mayor y es consecuencia de un acrecentamiento de particularidades más pequeñas. El átomo con sus protones y electrones da sucesión a elementos más complejos como las células y va mutando y va componiéndose hasta surgir todos los seres inanimados y los vivos. ¿Cuál es la diferencia entre ambos, si los seres inanimados están formados también por células (que comprenden vida ya por concepto)? Solamente su nivel de complejidad y los poderes que les otorga la misma. Siguiendo esta cadena seguimos siendo perfectos. “La historia del universo es un impulso permanente hacia una complejidad cada vez mayor. Su hipercomplejidad da al ser humano un poder que sólo él posee: la capacidad de ir comprendiendo poco a poco el universo y transformarlo locamente”. El hombre ya ha logrado comprender y controlar grandes espacios de la biología, llegamos a un punto en donde tiene la capacidad de suprimir o eliminar mutaciones y de controlar los aspectos genéticos. Lo cual no es más peligroso para la humanidad que erradicar el virus del sarampión. El riesgo se corre en la posibilidad de ponerse a la merced de crear hombres preprogramados, lo que conocemos ahora como la ciencia de la genética. Esta situación nos lleva a la pregunta ¿qué clase de humanidad queremos llegar a ser? Es aquí donde surge la inherente necesidad de pasar insensiblemente de lo biológico a lo ético. “La búsqueda de conocimientos no debe aceptar límites, pero toda acción ha de someterse, necesariamente, a una ética”. Lo que da como resultado la aparición de un nuevo concepto: la bioética y sus cuatro principios: el respeto a la persona, el respeto al conocimiento, el rechazo del lucro y la responsabilidad de los investigadores.
Se podrán preguntar algunos qué tendría de malo armarnos con la capacidad de transformar y jugar a nuestro antojo con el control genético. Si con la creación de seres preprogramados podemos lograr que el hombre sea cómo “debiera” ser o sea lo que la sociedad necesite, erradicaríamos la desigualdad social y disminuiríamos el racismo. Pero de la misma manera terminaríamos con la multiculturalidad de la que gozamos y de la que adoptamos también, conocimiento.
Imaginemos, solamente supongamos lo siguiente: avanzada ya la tecnología y con el conocimiento total de todas sus partes, en conjunto con la psicología y la educación, podríamos hacerlos a todos democráticos, pacifistas, marxistas, militares o lo que quisiéramos para poblar la tierra y ser un mundo feliz. Los conflictos surgirían aquí: Primero, el concepto y finalidad de hombre preprogramado está sujeto a puntos de vista y enfoques diferentes. Y segundo y más importante desde mi punto de vista: se le restaría libertad. La libertad de decisión. Para consuelo de todos esto es imposible. Sí, podemos entender a la educación como algo que nos hace ser y creer ya en algo predeterminado y Hitler ya logró sumergir a miles de personas dentro de la misma piscina. Pero eso no es más que un enajenamiento bruto. La capacidad de decisión, la libertad de pensamiento sigue ahí independientemente de nosotros y es incapaz de ser arrebatada. ¿Será capaz el hombre algún día de alterar de igual manera el cerebro y dejarnos a todos dopados bajo la misma perspectiva?…. una vez más, ¿Qué tipo de humanidad queremos llegar a ser? El ser humano es el único ser vivo que tiene el conocimiento del mañana, lo que le abre un abanico de oportunidades respecto a qué esperar y qué anhelar de este, de ahí sus reacciones. Esto elimina toda predeterminación de lo que llamamos destino y la responsabilidad de tomar el porcentaje de control que nos corresponda y responder por ello, sabiéndonos concientes aún así, de que no <> depende de nosotros.

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