sábado, 30 de agosto de 2008

De la imperfección (Biología y ética. Parte primera)

Bueno, bueno, partamos del hecho de la imperfección del hombre.
Para todos aquellos que pensaron egoístamente que la perfección como tal corría por sus venas les concedo razón. Y para todos aquellos que pensaron que el hombre era un conjunto de imperfecciones buscando asentarse, no tengo argumentos para negarlo.
Vamos punto a punto. El hombre biológicamente y como ser vivo es perfecto. La naturaleza es sabia y también perfecta. Provenimos de ella y somos en su materia semejanza, similitud y perfección. Todo en nuestro cuerpo está perfectamente ordenado y en su lugar, disponiéndose a hacer lo que tiene que hacer. El corazón late, los ojos ven, el estómago se sacia, el cerero ordena, el sistema pulmonar nos hace respirar… sí, todo puesto en el lugar exacto. Pero entonces ¿las enfermedades? ¿Las deficiencias? Bueno, no hay que ser cerrados, hay que buscar un punto de equilibrio, somos de carne y somos susceptibles. Además no hay que olvidar que muchas de esas enfermedades son consecuencia de nosotros mismos. Así como nacemos, morimos; y nuestra muerte no termina con la vida. Los ciclos rigen el curso y lo que comenzó debe tener un punto de final, que dará origen a un ciclo nuevo. Y dentro de esas deficiencias y de esas aparentes amenazas que son las discapacidades en nuestros organismos existen también otros organismos creados por la misma naturaleza que así mismos están siguiendo el curso de la vida y obedeciendo la razón de su existencia. No somos la única creación. El agua cae, se evapora y vuelve a caer. No en el mismo lugar ni de la misma forma, pero lo sigue haciendo. Y la carrera sigue. Y somos perfectos.
¡Pero momento! Que la diferencia viene a ser marcada por la conciencia. Sin saber por qué motivo gozamos o padecemos según sea el enfoque, de un pleno conocimiento que no nos permite cegarnos ni andar únicamente pululando sin rumbo alguno. Por absurdo que parezca esa es nuestra imperfección, la cual no nos hace mejores ni peores quiero aclarar, pero nos da la capacidad de decidir por nosotros mismos y la oportunidad de ser dispares. Lo que haga el hombre, ya no ser vivo, sino humanidad, es el punto de partida. Es ese el punto de inflexión y es en el mismo ciclo del que formamos parte donde dará sus frutos. De ahí provienen nuestras debilidades, nuestros tropiezos con la vida y las decisiones erradas, la injusticia, los políticos, los choques, las guerras, las discusiones, las palabras, los pensamientos, los sueños, los deseos, los versos, las creaciones, la familia, la sociedad, los conceptos, la claridad… no nos movemos por mero instinto, pues aún así el que lo hace está conciente de ello y eso lo vuelve un ser pensante. Así es, la ética y la moral vienen a aparecer. Que son cosas diferentes hay que aclarar también. Y tan cierta y universal es su existencia que nos indignamos al pensar que uno igual que nosotros tenga el descaro de abusarnos. Además de todo dudamos. El hecho de dudar deja claro cuestiones que no conocemos, que no tenemos por sentado ya que si no lo hiciéramos sabiéndonos seres pensantes, sería evidente nuestro claro entendimiento de lo absoluto. Aún así, dudamos, desconocemos pero seguimos dudando y eso nos lleva una vez más al pensamiento. Es una cadena: dudas porque piensas, pero dudas por que no lo sabes todo y toda esa perfección no puede caber en tus posibilidades porque es más grande que tú aunque formes parte de ella, porque no puedes presumir de la misma virtud aunque estés rodeado de esta. Los animales no dudan, pues no piensan y aún así no saben nada, pero no se reconocen ignorantes y no es su culpa. No está en su naturaleza pensar.
La imperfección no nos hace malos, el hombre es bueno por naturaleza (aquí va de nuevo) pero es libre por vocación y sin capacidad de decidir seríamos todos lo mismo y seguiríamos siendo perfectos porque no habría diferencia. En la elección radica la libertad y la libertad se incuba en el hombre esperando ser utilizada. El resultado de esta puede tener tantas vertientes como personas en el mundo. La imperfección no es un defecto, es un accidente y todos crecemos accidentándonos. Ese accidente viene a regalarnos la autenticidad y una doble esencia, que además de ser humanos y sabernos humanos, nos hace buscar la respuesta a quiénes somos en lo particular, cada cual, lo que nos hace no ser nadie más. La imperfección existe porque somos capaces de reconocer lo bueno y lo malo.
El hombre es la creación más perfecta, pero no es perfecto. Aunque seamos un todo, el todo se divide en partes y aunque todas estén ligadas, tienen camino propio. Y la división no es una desunión, es la complementación de lo que existe individualmente que nos hace ser un todo en su conjunto. Un todo que no puede existir sin alguna de sus partes y esas partes que tienen como consecuencia curso propio.

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