viernes, 22 de agosto de 2008

I (Cuentos del balcón)

Había una vez una joven de pelo oscuro y ojos tristes, y así como sus ojos estaba también su corazón: desolado. Su vida monótona la aburría, la gente superficial la iba hartando cada vez más y la mayoría de la gente con la que convivia era en efecto, superficial. Todas las noches los ojos tristes de la joven se fijaban en el cielo esperando a que llegara la luna; le escribia, le lloraba, la amaba y le pedia, le añoraba que la ayudara a entender, a encontrar una razon. Sus compañeros nunca dejaron de ser un lapiz y una hoja de papel... sin embargo por más que la niña preguntaba la luna nunca contestaba... aun así, seguía esperando ferviente a que ese astro se asomara porque esa luz tan penetrante y tan tenue la hacia sentir aompañada. Cada noche era la misma pregunta y la misma soledad. La luna nunca respondía...
En una de esas noches, cuando el sentimiento la arrebataba tan fuerte que parecía insoportable empezó a escribir, al terminar se dió cuenta que se hacía amiga de su propia soledad. Vió a la luna triste y por primera vez la luna habló: Te tienes a ti misma, con eso basta.
La joven entendio: la luna tenia un ciclo, menguaba, se llenaba y volvía a menguar. No siempre estaba plena, pero sabia que volveria a brillar grande y redonda... ¡y no necesitaba de nadie para hacerlo! y cuando brillaba todos la amaban y cuando menguaba todos padecían con ella y aún así, la seguían amando.

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