Estos ojos negros que eran los míos,
Estos ojos negros que son más ya tuyos que míos
No quieren dejarte de beber,
De jugarte con el aire y la boina,
Arrastrándome el primero contigo,
Arrancándote la boina por la calle.
Esta tez impávida que se surca
Con cada parpadear del alma tuya
Y se va consumiendo, fuego lento,
La carne que alborotas por dentro.
Porque eres tú quien vibra las costillas,
Y obliga a la sangre a danzar
Con calor que refleja tu mirada
Bajo los holanes de mi falda,
Encerradas entre un par de cejas cinceladas
Descansando tu sobre la puerta,
Asechada yo por tus palabras.
Y las manos que corrieron por mi cuello
Con los ojos cerrados para ver,
Para, lento amor mío,
Que ya empiezo a desvanecer.
¡Si pudiera yo atarme a tu cabello!
Revolverme, mezclarme con tu esperma,
Espuma, vida, mar que turba,
Quietud de viento tras el huracán.
Una luciérnaga apagada
Hace 5 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario