Los muertos lloran a sus muertos
sobre le tierra, en sangre;
agonizante tierra prometida.
Deshojan flores y cantan himnos
que los llevarán al final de sus caminos.
La bala abre su estómago vacío
y traga los suspiros, tragedias;
Se cae el mundo sobre el mundo,
y el paso firme que no tiembla
ciega la terquedad errante,
que nunca, nunca piensa.
El estómago vacío son ahora los ojos
que desangran con su pena su desollado corazón...
-Qué impotencia! Qué tragedia!-
resignados, pues la decisión la tomó Dios.
Enajenados van danzando, aguantando
como pueden su dolor,
y nosotros enajenados vamos mostrando
la espalda al otro lado del cañón.
Una luciérnaga apagada
Hace 5 años
1 comentario:
muy buen escrito
me gusto mucho
animo
nos estamos leyendo
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