Exploto en llanto por sólo sentirte en la tersura de la almohada,
en el rincón que queda en la esquinita del colchón
y lo rasgo a puñaladas y lo arranco todo a pedazos,
intento fallido con un nuevo descalabro
y yo que creía que la infinidad de las estrellas
me llevarían de la mano junto a ti.
¿Si mi voz no te toca cómo debo llamarte?
Cómo hago dime, para ajustarme a la razón
sin sentir como el hastío en el invierno,
para ganarle la partida a este guasón
que me retrae tras la vitrina sin moverme
como un tren sin próxima estación.
Una luciérnaga apagada
Hace 5 años
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